La administración central analizará "caso por caso" los pedidos de extensión de la concesión de los contratos de exploración y explotación petrolera vigentes con las petroleras privadas desde la década del noventa
La extensión contractual será determinada por los gobiernos de las provincias productoras en las que se encuentran los yacimientos, con el respaldo de la Nación, y dependerá del cumplimiento de inversiones en exploración y de los niveles de producción alcanzados, indicaron a DyN fuentes del ministro de Planificación Federal.Ello en el marco de la Ley 26.197, sancionada en diciembre de 2006 y promulgada en enero de 2007, conocida como Ley Corta de Hidrocarburos, que transfirió el dominio de los recursos naturales contenidos en el subsuelo desde la Nación a las provincias productoras.Respecto de los niveles de Producción y de Reservas de crudo y gas, un informe elaborado por dicha cartera consignó que por primera vez en los últimos cinco años ambos factores no sólo dejaron de caer, sino que ya en 2006 registraron una suba si se las compara con el 2005.Así, las Reservas Comprobadas de petróleo superaron en 1.165.000 metros cúbicos (411.195 Mm3 contra 410.030 Mm3) a las de 2005, lo que equivale a una suba de 0,28 por ciento.Por el lado del gas, las reservas comprobadas en 2006 superaron en 3.157 millones de metros cúbicos (446.371 MMm3 contra 443.214 MMm3) a las registradas en 2005, equivalente a 0,71% de suba.El mismo informe oficial señala que los niveles de Reservas Probables, que requieren mayores inversiones para su puesta en producción, mejoraron en 2006 respecto de 2005, en 14.528.000 metros cúbicos de crudo (10,81 por ciento), y en 2.550 millones de metros cúbicos de gas (1,14%).Asimismo, en el trabajo se establece una relación entre el nivel actual de producción de petróleo y Reservas Comprobadas, más 50% de las Probables en 2006, lo que determina un horizonte de provisión de 12,7 años.En cuanto a la misma relación en el rubro gas, el horizonte se extiende a 10,8 años. Cabe consignar que los primeros contratos de concesión de áreas hidrocarburíferas vencen a partir de este año y, de hecho, el mes pasado la provincia de Chubut anunció un acuerdo de renovación del convenio con Pan American Energy (PAE), segunda productora de hidrocarburos de la Argentina.Se trata de la concesión de exploración y producción que la empresa tiene en el área Cerro Dragón, en la Cuenca del Golfo San Jorge. Con vencimiento original en 2017, la concesión del área de 3.400 kilómetros cuadrados se renovó ahora hasta el 2027, con una cláusula que habilita un extensión posterior del permiso hasta el año 2047.Las condiciones del acuerdo están en consideración de la legislatura provincial, y establece una serie de compromisos con la Provincia y con la Nación.Entre ellos, una inversión de no menos de u$s2.000 millones hasta 2017, más 1.000 millones adicionales durante el período 2018-2027, en actividades de exploración y producción de hidrocarburos en Cerro Dragón. PAE destinará también 80 millones de dólares a la exploración del área off shore Centro Golfo San Jorge Marina.La exploración y eventual explotación del área se llevará a cabo a través de un consorcio con Petrominera Chubut, la empresa de energía de la Provincia y si PAE lograra descubrimientos comercialmente viables invertirá 500 millones de dólares hasta 2017 en el desarrollo del área.Asimismo, PAE aportará a la provincia 120 millones de dólares que se afectarán por mitades para la conformación de un Fondo Provincial de Infraestructura y un Fondo para la Diversificación Económica de la Cuenca del Golfo San Jorge.Por otra parte, desde la vigencia del acuerdo PAE tributará un Aporte Especial del 3% sobre los ingresos netos.
jueves, 31 de mayo de 2007
jueves, 3 de mayo de 2007
El gas nuestro de cada día
Por: Antonio Peredo Leigue (especial para ARGENPRESS.info)
A nadie le cabe duda que, el gas, es el tema que está en la mente, la palabra, la acción y la pasión de todos los bolivianos. Pero no es menos cierto que es preocupación de los gobiernos y las empresas de países tan cercanos y fuertes como Brasil, Argentina y Chile. El intento de aislar a Bolivia mediante lo que se llamó “anillo energético”, hace unos tres años, ha pasado a la historia de los intentos perversos que no fructificaron. Ahora, la tónica corre pareja por la ruta de la integración que va, más que recorriendo, estremeciendo al continente desde El Labrador hasta Tierra del Fuego. A duras penas, con marchas y contramarchas, hemos completado el primer año desde aquel 1 de mayo en que, el presidente Evo Morales, tomó posesión personal de los campos petroleros. Garantizó la propiedad de las inversiones extranjeras, pero recuperó la propiedad total de los hidrocarburos. Pero, como lo dijo entonces, el proceso apenas se iniciaba. Y tan cierto fue esto que, sólo un año después, se logró perfeccionar los instrumentos de esa recuperación. Las marchas las dio el gobierno y las organizaciones sociales; la contramarcha fue el inútil propósito de las transnacionales y sus corifeos neoliberales de los comités cívicos y los reagrupamientos políticos. El tiempo no se detiene La mitad de este año que hoy se cumple, fue el lapso que dio el gobierno, a todas las empresas que explotan los hidrocarburos, para firmar nuevos contratos, habida cuenta que los que tenían, habían perdido validez. Apostaron –y la apuesta fue fuerte y sostenida- que el plazo se cumpliría y no habría contratos. Se proclamó que las empresas se irían, que se cortaría la inversión y Bolivia quedaría aislada. El 28 de octubre, todos los contratos fueron firmados. Es cierto que las empresas pugnaron hasta el último minuto, por quebrar la voluntad del gobierno. No pudieron hacerlo. La aceptación, en las últimas horas, provocó errores de forma que, posteriormente hubo que enmendar. Las fallas fueron aprovechadas por la derecha para hacer escándalo, sin otra consecuencia que dejar al descubierto su intención obstruccionista. Ahora, definitivamente, se cumplieron todos los pasos formales y la ejecución de los contratos no tiene ningún obstáculo. Un buen uso de recursos Buena parte de los recursos que hoy se obtienen por regalías, impuestos y participaciones por la explotación de los hidrocarburos, va directamente a las nueve prefecturas, 327 municipios y diez universidades públicas que tiene el país. Cubrir las necesidades de la población es una tarea de la que éstas son responsables. Empleo, salud, educación, vivienda y red vial son las prioridades. Muchos sectores plantean resolver sus problemas particulares, convencidos de que “ahora, nos toca a nosotros”. Y, si bien es cierto, la solución no pasa por la satisfacción inmediata de los requerimientos particulares. Se requiere una planificación concertada que haga posible el desarrollo del país. Pero, del mismo modo que ha surgido las demandas particulares de algunos sectores, también se manifiesta una suerte de reivindicación territorial. De pronto, algún departamento se siente propietario de una porción de esta riqueza, sobre todo en esta etapa en que la exploración ha cubierto menos de la décima parte de la extensa franja diagonal que cruza el país y, en la cual, hay indicios ciertos de que se encontrarán campos ricos en hidrocarburos. Por si fuera poco, en los límites de un departamento, se producen confrontaciones entre provincias. Es como si no se entendiese que, el progreso de una parte del país, es imposible sin la suficiencia del hermano e incluso del vecino. Si no cortamos a tiempo esas malas apetencias, volveremos a la vieja historia de comernos hoy día nuestro beneficio, para subsistir en la miseria el resto del tiempo. Las grandes proyecciones Pero, como dijimos, esas son tareas de corto y mediano plazo. En la proyección amplia, que abarque las generaciones venideras, debemos crear las condiciones para el bienestar futuro. Por supuesto, quienes siempre apostaron al presente, quienes propiciaron el pragmatismo y creyeron en el fin de la historia, son incapaces de ver en perspectiva. Les pusieron anteojeras y no saben ni pueden quitárselas. Fueron los dueños del poder durante tanto tiempo, condicionados por esa visión teledirigida, que están convencidos de que hay un solo camino: el que les señalaron los poderes imperiales desde los tiempo de la colonia. La tarea a largo plazo tiene dos niveles: uno interno que es la industrialización y otro supranacional que es la integración. Industrializar es, para decirlo en términos simples, “sembrar los hidrocarburos”. Es decir, se está planificando la conversión de estos recursos en productos industriales que se empleen, tanto en su venta con alto valor agregado, cuanto posibilitar otras actividades productivas autosostenibles en el largo plazo. La agricultura y la ganadería exigen una atención especial que sólo es posible en la medida de una inversión de gran envergadura. Miles de kilómetros cuadrados de tierras de pastoreo, representan una riqueza inexplotada que debe albergar millones y millones de hatos ganaderos. En cuanto a tierras cultivables, ni la cuarta parte de las disponibles, están en producción por falta de vías de comunicación; sin embargo, cientos de campesinos sin tierra vagan intentando llamar la atención de las autoridades o, en el colmo de la exasperación, asentándose en propiedades que ni siquiera pueden cultivar. A esto se suma una riqueza forestal que se ignora o, peor aún, se explota en forma torpe e ilegal. Pareciera que hay muchas cosas por hacer, para lo cual sería importante encerrarnos en nosotros mismos, con la idea de “salir al mundo” cuando seamos suficientemente fuertes para enfrentarlo. Sería una equivocación, una tremenda equivocación. El desarrollo de Bolivia sólo es posible en un proceso de integración con el resto de nuestro continente, este continente indígena que se comunica en una lengua, más allá de las fronteras que nos impusieron. La Comunidad Sudamericana de Naciones, el comercio entre los pueblos que ahora están forjando su futuro, con una alianza económica solidaria, un banco que nos libere del sometimiento financiero a los organismos dependientes de Washington, con medios de comunicación que dirijamos nosotros, estamos en condiciones de construir un futuro digno. La contribución de Bolivia es el gas. Estando en el centro de esta América del Sur, somos los proveedores de este energético comprado y vendido solidariamente. Usado, interna y externamente, en el desarrollo de nuestros países. “Sembrado” para que nos beneficie ahora y beneficie a nuestros hijos y nietos. Seguramente cometeremos muchos errores. Pero esta vez no podemos equivocarnos.
A nadie le cabe duda que, el gas, es el tema que está en la mente, la palabra, la acción y la pasión de todos los bolivianos. Pero no es menos cierto que es preocupación de los gobiernos y las empresas de países tan cercanos y fuertes como Brasil, Argentina y Chile. El intento de aislar a Bolivia mediante lo que se llamó “anillo energético”, hace unos tres años, ha pasado a la historia de los intentos perversos que no fructificaron. Ahora, la tónica corre pareja por la ruta de la integración que va, más que recorriendo, estremeciendo al continente desde El Labrador hasta Tierra del Fuego. A duras penas, con marchas y contramarchas, hemos completado el primer año desde aquel 1 de mayo en que, el presidente Evo Morales, tomó posesión personal de los campos petroleros. Garantizó la propiedad de las inversiones extranjeras, pero recuperó la propiedad total de los hidrocarburos. Pero, como lo dijo entonces, el proceso apenas se iniciaba. Y tan cierto fue esto que, sólo un año después, se logró perfeccionar los instrumentos de esa recuperación. Las marchas las dio el gobierno y las organizaciones sociales; la contramarcha fue el inútil propósito de las transnacionales y sus corifeos neoliberales de los comités cívicos y los reagrupamientos políticos. El tiempo no se detiene La mitad de este año que hoy se cumple, fue el lapso que dio el gobierno, a todas las empresas que explotan los hidrocarburos, para firmar nuevos contratos, habida cuenta que los que tenían, habían perdido validez. Apostaron –y la apuesta fue fuerte y sostenida- que el plazo se cumpliría y no habría contratos. Se proclamó que las empresas se irían, que se cortaría la inversión y Bolivia quedaría aislada. El 28 de octubre, todos los contratos fueron firmados. Es cierto que las empresas pugnaron hasta el último minuto, por quebrar la voluntad del gobierno. No pudieron hacerlo. La aceptación, en las últimas horas, provocó errores de forma que, posteriormente hubo que enmendar. Las fallas fueron aprovechadas por la derecha para hacer escándalo, sin otra consecuencia que dejar al descubierto su intención obstruccionista. Ahora, definitivamente, se cumplieron todos los pasos formales y la ejecución de los contratos no tiene ningún obstáculo. Un buen uso de recursos Buena parte de los recursos que hoy se obtienen por regalías, impuestos y participaciones por la explotación de los hidrocarburos, va directamente a las nueve prefecturas, 327 municipios y diez universidades públicas que tiene el país. Cubrir las necesidades de la población es una tarea de la que éstas son responsables. Empleo, salud, educación, vivienda y red vial son las prioridades. Muchos sectores plantean resolver sus problemas particulares, convencidos de que “ahora, nos toca a nosotros”. Y, si bien es cierto, la solución no pasa por la satisfacción inmediata de los requerimientos particulares. Se requiere una planificación concertada que haga posible el desarrollo del país. Pero, del mismo modo que ha surgido las demandas particulares de algunos sectores, también se manifiesta una suerte de reivindicación territorial. De pronto, algún departamento se siente propietario de una porción de esta riqueza, sobre todo en esta etapa en que la exploración ha cubierto menos de la décima parte de la extensa franja diagonal que cruza el país y, en la cual, hay indicios ciertos de que se encontrarán campos ricos en hidrocarburos. Por si fuera poco, en los límites de un departamento, se producen confrontaciones entre provincias. Es como si no se entendiese que, el progreso de una parte del país, es imposible sin la suficiencia del hermano e incluso del vecino. Si no cortamos a tiempo esas malas apetencias, volveremos a la vieja historia de comernos hoy día nuestro beneficio, para subsistir en la miseria el resto del tiempo. Las grandes proyecciones Pero, como dijimos, esas son tareas de corto y mediano plazo. En la proyección amplia, que abarque las generaciones venideras, debemos crear las condiciones para el bienestar futuro. Por supuesto, quienes siempre apostaron al presente, quienes propiciaron el pragmatismo y creyeron en el fin de la historia, son incapaces de ver en perspectiva. Les pusieron anteojeras y no saben ni pueden quitárselas. Fueron los dueños del poder durante tanto tiempo, condicionados por esa visión teledirigida, que están convencidos de que hay un solo camino: el que les señalaron los poderes imperiales desde los tiempo de la colonia. La tarea a largo plazo tiene dos niveles: uno interno que es la industrialización y otro supranacional que es la integración. Industrializar es, para decirlo en términos simples, “sembrar los hidrocarburos”. Es decir, se está planificando la conversión de estos recursos en productos industriales que se empleen, tanto en su venta con alto valor agregado, cuanto posibilitar otras actividades productivas autosostenibles en el largo plazo. La agricultura y la ganadería exigen una atención especial que sólo es posible en la medida de una inversión de gran envergadura. Miles de kilómetros cuadrados de tierras de pastoreo, representan una riqueza inexplotada que debe albergar millones y millones de hatos ganaderos. En cuanto a tierras cultivables, ni la cuarta parte de las disponibles, están en producción por falta de vías de comunicación; sin embargo, cientos de campesinos sin tierra vagan intentando llamar la atención de las autoridades o, en el colmo de la exasperación, asentándose en propiedades que ni siquiera pueden cultivar. A esto se suma una riqueza forestal que se ignora o, peor aún, se explota en forma torpe e ilegal. Pareciera que hay muchas cosas por hacer, para lo cual sería importante encerrarnos en nosotros mismos, con la idea de “salir al mundo” cuando seamos suficientemente fuertes para enfrentarlo. Sería una equivocación, una tremenda equivocación. El desarrollo de Bolivia sólo es posible en un proceso de integración con el resto de nuestro continente, este continente indígena que se comunica en una lengua, más allá de las fronteras que nos impusieron. La Comunidad Sudamericana de Naciones, el comercio entre los pueblos que ahora están forjando su futuro, con una alianza económica solidaria, un banco que nos libere del sometimiento financiero a los organismos dependientes de Washington, con medios de comunicación que dirijamos nosotros, estamos en condiciones de construir un futuro digno. La contribución de Bolivia es el gas. Estando en el centro de esta América del Sur, somos los proveedores de este energético comprado y vendido solidariamente. Usado, interna y externamente, en el desarrollo de nuestros países. “Sembrado” para que nos beneficie ahora y beneficie a nuestros hijos y nietos. Seguramente cometeremos muchos errores. Pero esta vez no podemos equivocarnos.
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